El procedimiento a seguir en esta pequeña escultura es sencillo. Una tarde, aburrida en casa, mientras una especie de pulsión extraña se retorcía dentro de mi vientre, decidí combatirla con un trozo de barro. El acto de localización del barro fue impulsivo, agresivo, desmesurado, lo que hizo que en menos de un minuto me encontrara con todo preparado para la realización de cualquier cosa. No sabía bien qué iba a hacer, pero sí sabía que necesitaba estrujar barro entre mis manos. Bien, en aproximadamente media hora realicé esta esculturita con gran ahínco y perseverancia. Su postura y expresión cambiaba en cada zarpazo proyectado, hasta que finalmente el mismo barro decidió qué quería contar. Un perro huidizo empezó a resurgir de las formas, y cuando la pulsión fue agotándose, un sentimiento de desprecio hacia la pieza me llevó a parar, a abandonar, la pieza estaba acabada, la energía agotada.

Tiene gracia que ante la actitud agresiva que yo tomé, lo que salió de mis manos fue precisamente una actitud contraria, la del escabullirse ante la ira. ¿Puede que este pequeño cuento hable de la contradicción que en mis adentros acontecía o acaso el barro vive y reacciona ante la manifestación del contacto?









1 comentario:

Proyectos 1 dijo...

Mara te haces unas preguntas muy buenas. Creo que puedes aprender mucho si sigues trabajando de esta manera, preguntándote cosas continuamente, cuestionando todo lo que oyes, inquietándote...
A veces envidio esa vinculación intestinal que tienes con tu trabajo

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